«La imaginación decide casi todo», afirmaba el científico francés Blaise Pascal, mundialmente conocido, entre otras hazañas, por dar nombre a una unidad de presión. Quizá esta mentalidad fue lo que le permitió consagrarse en los anales de la historia como matemático, físico, filósofo y teólogo católico y lo llevó a fabricar la primera calculadora del mundo. Precisamente este objeto iba a sacarse a la venta este miércoles en París, hasta que un tribunal francés suspendió la autorización de exportación.

La subasta de ‘La Pascaline’, uno de los pocos ejemplares conservados, estaba programada para la tarde de este miércoles, pero un tribunal parisino suspendió la autorización de exportación el martes por la noche en un fallo provisional, tal y como recoge la agencia de noticias AFP. Esta decisión llevó a Christie’s, encargada de la venta, a cancelarla, puesto que los compradores no habrían podido llevar esta joya, creada por Pascal en 1642, al extranjero.

La casa de subastas actuó por instrucciones del propietario de la pieza tras el fallo del tribunal, y la pieza ha quedado fuera de una colección de Léon Parcé a la espera de la decisión final del tribunal. El fallo obedece a una solicitud de científicos e investigadores que llamaban a bloquear la posible exportación de la máquina y reclamaban que las autoridades lo clasifiquen «tesoro nacional».

Por su parte, el Ministerio de Cultura francés ha señalado al respecto que en mayo se emitió un certificado de exportación de acuerdo con los procedimientos estándar: dos expertos, uno del Centro Nacional de Artes y Oficios (CNAM) y otro del Museo del Louvre, aprobaron la decisión.

Decorada en ébano y definida por Christie’s como «el instrumento científico más importante jamás ofrecido en subasta», esperaban que alcanzara un valor de entre dos y tres millones de euros. Actualmente es uno de los nueve ejemplares existentes y el único que permanece en manos privadas, puesto que los demás se encuentran en museos.

«’La Pascalina’ es mucho más que un simple objeto mecánico: es el primer intento en la historia de sustituir la mente humana por una máquina. Su invención supone un hito, un salto cuántico cuya importancia y significado adquieren hoy una relevancia muy especial», afirma la casa de subastas, que incide en que el objeto es «completamente funcional» y el único ejemplar conservado dedicado a cálculos topográficos.

Pascal contaba solo 19 años cuando desarrolló la máquina para ayudar a su padre, presidente del Cour des Aides de Normandie, un tribunal encargado de restaurar el orden en la recaudación de impuestos en el norte de Francia. Para simplificar la tarea, que requería innumerables operaciones matemáticas, cálculos contables y otros estudios topográficos, diseñó calculadoras.

Por primera vez en la historia, el cálculo mental se había mecanizado. Pascal diseñó tres tipos de máquinas: una para cálculos decimales (sumas, restas, multiplicaciones y divisiones), otra para contabilidad (para cálculos monetarios) y una última para topografía (para estimar distancias). Su invención, una de tantas en la vida de este científico, venía a confirmar una cita suya: «El hombre no es más que una caña, la más débil de la naturaleza; pero es una caña que piensa».