En marzo de 1936, solo unos meses antes del inicio de la Guerra Civil, el Banco de España inauguró en su sede principal de Madrid su emblemática Cámara del Oro, donde hoy se custodian unas 280 toneladas de oro, una tercera parte de … la actual reserva de la institución, como garantía de estabilidad económica en tiempos de incertidumbre. El arquitecto pamplonés José Yárnoz Larrosa ideó esta fortaleza secreta como un espacio casi sagrado, un sanctasantctórum oculto a 35 metros de profundidad con los sistemas de seguridad más sofisticados del momento, que incluían diez puertas acorazadas traídas desde Estados Unidos y la inundación de los pozos de acceso en caso de peligro.
La compleja obra se construyó bajo el Patio de Operaciones, otro sitio icónico del banco también concebido por Yárnoz en la ampliación del edificio de Cibeles en los años 30. Si la Cámara del Oro era una zona secreta y protegida, este gran vestíbulo abierto y monumental al que se accede por la calle Alcalá pretendía ser una especie de plaza pública donde cualquier ciudadano pudiera acceder a los servicios financieros. Como las dos caras de una moneda.
En esa histórica ampliación del Banco de España, Yárnoz mantuvo la armonía exterior con su predecesor, Eduardo de Adaro, pero en el interior desarrolló un moderno proyecto decorativo en plena eclosión internacional del art-decó, cuidando hasta el último detalle. La exposición ‘Alegorías de un porvenir’, que puede verse en la sede de la institución hasta el 28 de marzo de 2026, da fe de ello con un conjunto de casi 150 obras de diversa índole, desde documentos, planos, maquetas y dibujos hasta piezas de mobiliario, una señal de ‘Lavabos’ o una reja del sistema de calefacción.
Destacan especialmente los bocetos y cartones originales diseñados por la casa Maumejean para la cúpula del Patio de Operaciones o la escalera que conectaba con la ampliación. Según relatan Yolanda Romero y Álvaro Perdices, comisarios de la exposición, su hallazgo «ha sido fruto de la investigación y un poco del azar». La empresa desapareció en los años 80 y sus fondos fueron adquiridos por el Ministerio de Cultura y adscritos al Museo Nacional de Artes Decorativas, que los depositó en la Fundación Centro Nacional del Vidrio, en el Real Sitio de la Granja de San Ildefonso. «Hay cientos de cajas del Archivo Maumejean y fue casi en las últimas semanas de investigación cuando aparecieron», indica la conservadora del Banco de España, satisfecha de mostrarlos al público por primera vez tras su restauración.

Cartones de las vidrieras art-déco
Realizados en papel de estraza, tinta y carboncillo, los cartones a escala real conservan quemaduras de cigarrillos o manchas de sangre de quienes los usaron para cortar los vidrios industriales. «Nos hablan de los artistas, de los talleres donde se hicieron», indica Romero. Unas alusiones muy acordes con el mundo del trabajo representado en las propias vidrieras. La conservadora explica que en la década de los 30, tras el impacto del crack del 29, el Banco de España «hizo un esfuerzo por transmitir, a través de su programa iconográfico -y en particular en sus vidrieras-, la idea de que era una institución sólida en la que el trabajo que se ve aquí representado, junto con la tecnología y las invenciones del momento, iban a sacar a la gente de la crisis y conducirla hacia el futuro».
Ya desde las obras de artistas como Sorolla, Gutiérrez Solana, Casas, Vázquez Díaz o Torres García, incluidas en el primer apartado de la muestra, se palpa ese ideario en torno al trabajo y al progreso, con la dualidad que existía en España entre el preeminente mundo agrícola y la incipiente industria. Siguiendo el paradigma del progreso, la iconografía del Banco de España cambió. De los retratos de consejeros y gobernadores, la institución pasó a dar el protagonismo en sus vitrinas a los trabajadores, unas imágenes que contemplarían quienes entraran al banco y con las que sus propios empleados se verían interpelados.
En la sala principal de la exposición, junto a las vidrieras de la alegoría de la industria y de la agricultura, y los cartones inéditos con los que se hicieron, una vitrina alberga billetes emitidos durante la Segunda República y durante la Guerra Civil, en uno y otro bando, que participan de ese mismo lenguaje. Incluso en la sala dedicada a la Cámara del Oro, los trabajadores que la construyeron ocupan un lugar destacado, en fotografías ampliadas que muestran las obras. Aunque «aquí ya hemos pasado de la alegoría, de ese lado épico y celebratorio del trabajo, a la realidad, el reverso de esa moneda donde vemos a los que lo ejecutan», resalta Álvaro Perdices antes de recordar que el Banco quiso dar esa imagen de solidez y de orden en momentos de enorme inestabilidad y de conflictos sociales. «De hecho los trabajadores de la Cámara se pusieron en huelga», añade Romero apuntando a los recortes de prensa que recuerdan las tensiones.



Una maqueta de Yárnoz, hasta ahora inédita, revela el proyecto que presentó el arquitecto para esta Cámara del Oro, con un doble sistema de bóvedas para islar las estancias de humedades y su canalización de agua. Y en los alzados y el plano del proyecto se observa, además, la ubicación de las salas dedicadas al oro, las camaretas del personal de seguridad o las que se alquilaban a las personas que deseaban guardar documentos importantes u objetos de valor. «La cámara se crea con una precisión absoluta», relata Álvaro Perdices mientras alude a la veneración de las vanguardias por la máquina y la idea de lo preciso, que dio origen a movimientos como el maquinismo.
Aunque no era un espacio visitable, en la Cámara del Oro «se empleó el mismo cuidado en el diseño de los espacios interiores», constatan los comisarios de la exposición al mostrar la lámpara original del hall de entrada o el mobiliario metálico diseñado para las estancias del personal.
El recorrido de la muestra concluye en una sala donde se exhibe por primera vez el boceto del Patio de Operaciones que Yárnoz presentó a la Comisión de Obras. En esta obra inédita encontrada en el Archivo de Navarra se ve que, originalmente, el reloj central del patio arrojaba un chorro de luz desde su parte superior, que iluminaba todo el espacio. Hoy ya no se enciende. Fuentes del Banco indican que por cuestiones de seguridad laboral no se ha podido revisar hasta ahora. Ya en 1936 se vio que el anhelado progreso es susceptible de romperse. Ocurrió en España y años después en Europa, recuerdan los comisarios. Con la ampliación y esas vidrieras -«unas de las mejores del art-déco europeo», destacan-, el Banco de España se convirtió en garante de ese movimiento de modernidad, pero como indica el artista e investigador Álvaro Perdices, «es un progreso en disputa, es una modernidad en disputa».

