‘El nuevo espíritu del mundo’ es un ensayo necesario e imprescindible publicado en Deusto editorial, del analista, aquí finísimo, Esteban Hernández, de tan solo doscientas páginas. Resume y ahonda con magisterio en lo que sabíamos y sospechábamos. Lo primero que Trump no es un lobo solitario producto del momento, sino que esta enraizado en la política norteamericana de siempre. Y lo segundo, entre otras muchas cuestiones, que la clase media está desapareciendo por no defender sus derechos o su derecho a la existencia, valga la redundancia. Por fortuna, Israel sí lo hace.

Así que como constata el libro, hay un cambio profundo, poco repentino, en la lógica del capitalismo. El mérito del trabajo y la meritocracia han sido sustituidos por la búsqueda del estatus a cualquier precio, así que unos buscan el rendimiento de los otros como si los últimos fuesen maquinas, lo que ocurre en todas partes, incluso en los países socialdemócratas. Los individuos han reemplazado la solidaridad por el afán de destacar, siendo la inseguridad social, el culto al éxito, la desaparición de referentes y la construcción del mito capitalista las normales monedas de cambio. En consecuencia, el decaimiento de los derechos laborales y hasta existenciales son el espejo claro del agotamiento de los relatos políticos y la entrega sumisa al dios mercado libre, sin regulación claro está, la primera ley universal.

Se indica que el ser humano vive bajo una ilusión de libertad, donde la creatividad, los fuegos de artificio, refuerzan el sistema. Paradójicamente convive este modelo, nuevo, con el viejo. El problema, que el autor, que no es un demiurgo no resuelve, es cuál prevalecerá. No parece que el antiguo, el basado en la magnífica idea de la libertad, vaya a ser reforzado por las nuevas generaciones. Que se lo pregunten a la generación zeta, de la que veinte de cada cien anhela la vuelta al suelo patrio de la dictadura.

Lo que temíamos y creíamos que no iba a suceder, se hace realidad palpable en el ensayo del que se puede discrepar, por desgracia solo en lo mínimo, no en el grueso y el cuerpo de un hoy muy cruel.