Gonzalo Celorio (Ciudad de México, 1948) nació en una familia numerosa y ahora posee una biblioteca tan numerosa de la que prefiere no revelar la cifra total de libros: hay más de doce mil. El nuevo premio Cervantes es un narrador, ensayista, académico y una de las figuras centrales de la cultura mexicana contemporánea. Escritor, profesor y editor (dirigió el Fondo de Cultura Económica), ejerce la literatura con la disciplina de los letraheridos. «Amo los libros. Su peso, su gravitación, su compañía. Amo las encuadernaciones españolas y las holandesas, los tejuelos de los lomos venerables, las guardas florentinas que recogen el color de las mareas. Amo la nomenclatura editorial de versales y versalitas, medianiles y registros. Amo los ex libris, los cantos dorados de las biblias, los colofones, la honestidad ruborizada de una fe de erratas», contaba en un artículo publicado a principios de siglo. Entre sus joyas, por cierto, está una primera edición de ‘Cien años de soledad’ dedicada por su amigo García Márquez.

Celorio se reconoce como discípulo del exilio español, de nombres como Ramón Xirau, Adolfo Sánchez Vázquez, Luis Rius, Arturo Souto, Gloria Caballero, León Felipe o Wenceslao Roces. El lazo con España es fuerte, y no solo cutlural: su abuelo paterno era asturiano, y el materno aragonés. Su historia familiar ha impregnado varias de sus novelas, como ‘Tres lindas cubanas’, ‘El metal y la escoria’ y ‘Los apóstatas’, que forman la trilogía ‘Una familia ejemplar’ (dicho esto con mucha ironía). En ‘Ese montón de espejos rotos’ narraba en primera persona su vida pública y privada, además de su vocación. También se reía de los achaques del cuerpo. Ahí cita a Tita Casasús: «La salud es un estado transitorio que a nada bueno conduce».

De su estilo, el jurado del galardón destaca «la ironía, la ternura y la erudición». «Celorio representa la figura del escritor integral: creador, maestro y lector apasionado. Constructor de un legado invaluable que honra la lengua española y la mantiene viva en su forma más alta: la de la palabra que piensa, siente y perdura». Ha sido siempre un devoto de la poesía: Bécquer, Lorca, Amado Nervo, Neruda, Ramón López Velarde, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Vallejo, Alberti, Huidobro. Y tantos otros. «Cuando me percaté de que por un cuento de Juan Rulfo sabía más de mi país que por todas las clases de historia y de geografía que había recibido en la primaria, la secundaria y la preparatoria, decidí cursar la carrera de letras en la Universidad Nacional Autónoma de México, aunque mis hermanos preconizaran sentenciosamente que habría de morirme de hambre», ha contado.

Su trayectoria, entre la ficción y el ensayo, entre la academia y las librerías, es la de un humanista a la más antigua y noble usanza. Así lo dice el jurado del Cervantes en su fallo, que destaca «la excepcional obra literaria y labor intelectual con la que ha contribuido de manera profunda y sostenida al enriquecimiento del idioma y de la cultura hispánica». «A lo largo de más de cinco décadas –reza el texto–, Gonzalo Celorio ha consolidado una voz literaria de notable elegancia y hondura reflexiva en la que conjuga la lucidez crítica con una sensibilidad narrativa que explora los matices de la identidad, la educación sentimental y la pérdida. Su obra es al mismo tiempo una memoria del México moderno y un espejo de la condición humana».

Celorio es el director de la Academia Mexicana de la Lengua desde hace más de un lustro, un puesto desde el que le ha tocado lidiar con las polémicas descolonizadoras. «El mío es un país muy contradictorio que no ha acabado de asumir que la historia fue como fue, y no como hubiésemos querido que fuera. No creo que España tenga que pedir perdón. En primer lugar, porque eso pasó hace quinientos años. En segundo lugar, porque no eran los Borbones, si no los Austrias. Y en tercer lugar, porque ha habido un proceso de conquista espiritual tan fuerte que nosotros, los mexicanos, somos de alguna manera los responsables de la marginación que sufren los indios», explicaba a ABC en 2019. Celorio, por cierto, es el séptimo mexicano en ganar el Cervantes, y México el país latinoamericano más laureado con este galardón.

Más títulos indispensables del autor: las novelas ‘Amor propio’, ‘El viaje sedentario’, ‘Y retiemble en sus centros la tierra’, y los ensayos ‘Los subrayados son míos’ y ‘Cánones subversivos’. En este último glosaba a varios autores que habían quebrantado los cánones –Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Carlos Fuentes–, y contaba cómo la lectura se había convertido en el vicio de su vida. Son palabras suyas: «A compartir mis libros he dedicado la vida, como escritor que acaso habla más de lo que lee que de lo que vive; como maestro que durante más de treinta años no ha querido hacer otra cosa que contagiar el entusiasmo por la literatura; como editor ocasional que ha tenido el privilegio de convertir un manuscrito en un libro vivo y circulante como la sangre. Cómo no compartir los libros si son ellos los que me han echado a ganar la vida».