Si en su visita al Prado hallan una cartela con la flor de lis, sepan que esa obra perteneció a Isabel de Farnesio, la reina coleccionista y promotora de las artes. La flor de lis es su emblema, su sello, lo … mismo que el aspa fue el de su esposo, el rey Felipe V. Isabel de Farnesio (Parma, 1692-Aranjuez, 1766) protagoniza en solitario la tercera edición de ‘El Prado en femenino’, un itinerario cuyo objetivo es visibilizar el decisivo papel de las mujeres en la formación de la Colección Real española. Cuenta con Noelia García Pérez como directora científica.
Las dos ediciones anteriores (2022 y 2024) abordaron la labor de mujeres como Isabel la Católica, María de Hungría e Isabel Clara Eugenia. «Es una de las iniciativas más exitosas del Prado en los últimos años. Ha tenido un gran éxito de público, ha recibido varios premios y ha sido ‘copiado’ por otras instituciones», advierte Miguel Falomir, director de la pinacoteca. «¿Por qué no se ha celebrado antes a una de las grandes promotoras de las artes? Ha habido prejuicios. Si hubiera sido un hombre, se le hubiera celebrado antes».
En esta tercera edición, cambia la dinastía (los Borbones) y el proyecto está dedicado a Isabel de Farnesio, que entre 1714 y 1766 atesoró cerca de un millar de pinturas: 358 de ellas forman parte de las colecciones del Prado, junto a unos 150 dibujos y esculturas. Se exhiben en torno a un centenar de piezas en su colección permanente: hay presencia de sus obras en la mitad de las salas. Y no solo destaca la magnitud, sino también la calidad de las piezas. De ahí lo pertinente del homenaje del museo a esta mujer sin la cual el Prado no sería el que es. No colgarían en sus salas obras maestras como el ‘Apostolado’ de Rubens, la ‘Sibila’ de Velázquez, ‘San Sebastián’ de Guido Reni, el ‘Sueño de Jacob’ de Ribera… Pero también obras de Teniers, Correggio, Luca Giordano, Guercino, Veronés, Tintoretto, Van Dyck, Clara Peeters, Watteau, Parmigianino…

Y lo más destacado: usó sus propios recursos para adquirir las obras de arte, lo que se conoce como ‘el bolsillo de la reina’, que le permitió total autonomía en sus elecciones. Tenía una mirada cultivada y un criterio propio. Para las compras de arte contó con una nutrida red de nobles y diplomáticos que ejercían como agentes. Entre ellos, el marqués Annibale Scotti, encargado de administrar el ‘bolsillo secreto’ de la reina; y los cardenales Francesco Acquaviva y Giulio Alberoni.
Sus escuelas preferidas, la flamenca (el 50% de su colección) y la italiana (25%). En tercer lugar, la española (12%). Sus artistas favoritos, David Teniers, Brueghel el Viejo y Murillo. La reina abrió las puertas al ingreso del pintor sevillano en la Colección Real, con obras tan conocidas como ‘Los niños de la concha’, la ‘Sagrada Familia del pajarito’, ‘El Buen Pastor’…

Boceto de ‘Santa Ana dando una lección a la Virgen’, de Murillo, cedido por diez años al Prado, de donde fue robado en el XIX
Durante el recorrido del itinerario, que cuenta con la colaboración del Instituto de las Mujeres, hay muchas curiosidades entre las 45 obras seleccionadas, distribuidas en tres secciones. No todas ellas estaban expuestas en el museo: cinco estaban en los almacenes, una depositada en la Universidad de Zaragoza y otra en la embajada de Londres.
En la sala 17 cuelga ‘Santa Ana dando una lección a la Virgen’, de Murillo. A su lado, un boceto del cuadro, que se ha identificado durante un inventario dirigido por el Louvre en el Museo de Pau en 2024, una operación obligatoria cada 10 años desde la aprobación de una norma que obliga a catalogar todas las obras. El cuadro ha sido cedido por diez años a la espera de una norma que prepara el Gobierno francés para abordar este tipo de situaciones. La obra ha sido restaurada en el Prado, de donde fue robada el 5 de abril de 1897. Explica Falomir que Francia ha aprobado ya leyes para la restitución de objetos de pasado colonial y de expolio nazi, y está en marcha una tercera para otros casos. «Hay una voluntad absoluta por parte de Francia de que la titularidad sea del Prado».

En la sala 22, un retrato de la reina Luisa Isabel de Orleans, esposa de Luis I, pintado por Jean Ranc. Oculta una sorpresa. El artista había hecho anteriormente un retrato posiblemente de Isabel de Farnesio, pero ante la llegada de la nueva reina consorte, Ranc dio la vuelta al lienzo e hizo su retrato sobre el de Isabel de Farnesio. Quedó inacabado. Con el tiempo, la cara de esta ha ido apareciendo. Se aprecia en la parte inferior. Cuentan que Luisa Isabel de Orleans «tenía un grave trastorno de la personalidad y un comportamiento inestable, se embriagaba con frecuencia, se negaba a asearse, se mostraba desnuda sin pudor y actuaba de forma indecorosa en público». El rey ordenó encerrarla durante seis días en el Alcázar de Madrid.

Además de las pinturas, Isabel de Farnesio atesoró un impresionante conjunto de escultura clásica: el ‘Grupo de San Ildefonso’, ‘El fauno del cabrito’, ‘Sátiro en reposo’… Adquirió la colección de escultura clásica de otra reina, Cristina de Suecia, incluidas las obras que luce el Prado en la Sala de las Musas. Urania presenta una curiosidad. Manuel Arias, jefe de la Colección de Escultura hasta 1700 del Prado, explica que «Urania es una de las ocho musas que pertenecieron a la reina Cristina de Suecia a mediados del siglo XVII. Se trata de una excepcional colección de esculturas romanas, de época del emperador Adriano, que habían aparecido fragmentadas. Siguiendo la moda de la época, que llevaba implícita una segunda vida de las estatuas para su exhibición en las galerías, estas se completaban. Esto sucedió con Urania para la que se hizo una mano sosteniendo el orbe, como símbolo de la musa de la Astronomía. Después de la llegada de esta colección a España, en 1724, los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio dividen las obras y les colocan sus marcas personales. En este caso, las musas pertenecían a la reina Isabel y todas tiene una flor de lis. En el siglo XIX el deterioro de la mano llevó a una nueva sustitución, que es la que la escultura tiene en la actualidad, pero se conservó la mano anterior con la marca, que es la que ahora se muestra en una vitrina».

Culta, melómana, políglota (hablaba alemán, francés, español y latín), amante de danza y la pintura y de las artes decorativas de Oriente, procedía de la poderosa familia Farnese. Hija de Eduardo II de Farnesio, heredero del ducado de Parma y Piacenza, a los 21 años se casó por poderes con Felipe V, tras la muerte de su primera esposa, María Luisa Gabriela de Saboya. Llegó a España en 1714. La frágil salud del monarca (sufría depresiones) hizo que Isabel de Farnesio asumiera funciones de gobierno en un par de ocasiones: en 1727 fue nombrada gobernadora por deseo del monarca y en 1759 su hijo Carlos III la designó gobernadora del reino hasta su llegada a España en 1761.
En el cuadro ‘La familia de Felipe V’, de Louis-Michel van Loo, incluido en el itinerario, la reina consorte, y no el rey, es la protagonista absoluta: ocupa la parte central del lienzo. Junto a ella, sobre un cojín, dos coronas, símbolo del poder que ostentaba. A su lado, un rey envejecido y fatigado. Isabel de Farnesio desempeñó un papel decisivo en la construcción de los Palacios de La Granja de San Ildefonso y de Riofrío. Tras su muerte, su colección artística se dispersó. Curiosamente, Antonio Raphael Mengs, a quien el Prado dedica una gran exposición, fue quien seleccionó parte de la colección de la reina para Carlos III y el Infante don Luis. La parte más significativa permaneció en la Corona y hoy se halla en el Prado.

