
La tarde empezó con el poeta y su memoria: «Majestad, la vida de los seres humanos está hecha de alegrías y de penas. Las penas conviene olvidarlas, aunque a veces se afinquen en nuestro corazón y ardan en nuestro pecho con llamaradas más profundas que … los rayos del sol de mediodía. La jornada de hoy, 18 de noviembre de 2025, no tiene para mí nada de melancólica, y podéis imaginar, señora, lo complicado que resulta arrancarle a un poeta por completo y sin remisión su dosis cotidiana de melancolía, tan necesaria para urdir unos versos que transmitan emociones profundas y no trivialidades adolescentes. Pues bien, lo he conseguido y debo confesarlo ante Vuestra Majestad: soy en este momento completa y radicalmente feliz». Hablaba Luis Alberto de Cuenca del premio de Poesía Iberoamericana Reina Sofía, el más importante galardón del verso en español, que recibió ayer, en el Palacio Real. La Reina Sofía lo escuchaba.
Antes, por la mañana, el literato presentó la antología de su obra que va asociada al premio, y que ha titulado ‘Verano eterno’, siempre tan vitalista, tan luminoso. El libro recoge más de un centenar de poemas del autor, escritos entre 1971 y 2025: incluye inéditos, claro, además de la reproducción de varios manuscritos y un encarte con una versión gráfica del poema ‘La casa vacía’, realizada por Paco Roca. La edición la firma Javier Burguillo. En la portada sale el Guerrero del Antifaz.
Durante la presentación, la presidenta de Patrimonio Nacional, Ana de la Cueva, destacó que la poesía de Luis Alberto de Cuenca parte de la tradición griega con un verso «claro, elegante y musical». El rector de la Universidad de Salamanca, Juan Manuel Corchado, destacó el público ancho del poeta, capaz de seducir a los lectores más jóvenes, además de unir la tradición clásica con la actual «con rigor filológico». «Es un poeta con muchas horas de biblioteca pero también con muchas horas de mundo», resumió.
Dice el último poema de la antología ‘Verano eterno’, que parece escrito casi a modo de epitafio: «Por eso aquí, bajo el volcán, / te cuento todos mis secretos / antes de morir y te estampo / en los labios mi último beso». Al recoger el premio, sin embargo, Luis Alberto, tan feliz, recitó otro poema, este de su libro ‘El reino blanco’: «La vida es prosa más o menos aburrida, / pero no siempre ha sido tan tediosa y prosaica. / En el alba imprecisa de nuestro origen hubo, / primero, una voz recia que evocaba las gestas / del caudillo del clan; luego, otra voz más íntima / y dulce que, al compás de la lira, cantaba / el amor, subrayando su plenitud, o el odio / que inspira la traición, o el cruel desengaño…» Y cerró con esas mismas voces, que nos hacen mejores, «más libres y más sabios».

