Gabriele Münter (Berlín, 1877-Murnau, 1962), fotógrafa y pintora, fue alumna y pareja de Wassily Kandinsky. Se conocieron en 1901 en la escuela Phalanx de Múnich, donde él daba clases. Vivieron juntos, viajaron por Europa y el norte de África y fundaron el mítico grupo Der Blaue Reiter (El Jinete Azul) en Múnich en 1911 junto con nombres como Franz Marc, August Macke, Alexej von Jawlensky y su pareja, Marianne von Werefkin.

A finales del año pasado, el Museo Thyssen le dedicó a Münter una gran monográfica. La artista pudo liberarse al fin de la alargada sombra del artista ruso y revelarse como la gran pintora expresionista que es. Además, se publicó una novela gráfica, ‘Gabriele Münter. Las tierras azules’, de Mayte Alvarado (Astiberri), en torno a su figura y el Museo Pompidou Málaga ha acogido, hasta el pasado 7 de septiembre, una exposición de Kandinsky.

El círculo se cierra ahora con ‘Münter y el amor de Kandinsky’, película dirigida por el cineasta alemán Marcus O. Rosenmüller, que llega a los cines este viernes. Basada en hechos reales, aunque con partes dramatizadas, está protagonizada por Vanessa Loibl en el papel de Münter y Vladimir Burlakov como Kandinsky. Una de las virtudes del filme es que está contado desde la perspectiva de ella y no de él. Así se aprecia ya desde el propio título. Arranca en 1942, cuando los nazis irrumpen en la casa de Münter en Murnau en busca de pinturas de Kandinsky. A ella la tratan como la amante del enemigo del Estado. Un flashback nos lleva a sus inicios como artista.

Gabriele fue mucho más que musa y amante del pintor, papel al que muchas artistas fueron relegadas. No se habla de Camille Claudel sin Rodin, de Françoise Gilot sin Picasso, de Lee Miller sin Man Ray, de Frida Kahlo sin Diego Rivera… Gabriele fue una mujer moderna, libre, emancipada, que vestía a la moda, fumaba, montaba en bicicleta…, pero que, como tantas otras, fueron infravaloradas y silenciadas durante siglos y al fin ven la luz. Hace unos días en estas mismas páginas contábamos la historia de la maestra flamenca del Barroco Michaelina Wautier. Muchas de sus obras fueron atribuidas a colegas masculinos. El año pasado, el Guggenheim Bilbao rescataba a la pintora sueca Hilma af Klint como pionera de la abstracción, mérito que hasta ahora se adjudicaba al propio Kandinsky.

Estuvieron catorce años juntos (de 1902 a 1916), pero fue una relación tóxica

Gabriele aparece en la película como una mujer que luchó por independizarse y hacerse un hueco como pintora, pero también como una mujer enamorada perdidamente de quien era su profesor y mentor. Él era once años mayor que ella. Su lealtad contrasta con la traición de Kandinsky, retratado como un genio atormentado y un celoso enfermizo de su creatividad. En París, Gabriele recibió clases en la Grande Chaumière, publicó trabajos en prensa y consiguió que el Salón de los Independientes aceptase seis de sus obras. El filme lo retrata como un hombre frío y cruel, ciclotímico, con cambios constantes de humor. «No encuentras paz en ningún sitio», le dice ella en una escena.

Estuvieron catorce años juntos (de 1902 a 1916), pero fue una relación tóxica: ella tenía que aguantar los arrebatos de su pareja. Murnau pasó a ser lugar de encuentro e intercambio creativo de Münter y Kandinsky con Alexej von Jawlensky y Marianne Werefkin. Münter reconoce que, gracias a Jawlensky, «me abstraigo de la naturaleza. Ya no intento pintar formas reconocibles, sino la esencia».

Pero estalla la Primera Guerra Mundial. Kandinsky regresa a Rusia y Gabriele se marcha a Suecia. Él desapareció de su vida e inició una nueva relación con una rusa rica con la que se casó (tuvieron un hijo que murió), pese a que su historia con Gabriele era un ‘matrimonio de conciencia’. Se habían prometido. A su vuelta a Alemania, le reclama sus obras, pero ella se niega a devolvérselas. Es su manera de vengarse. Pero siempre las protegió (los nazis andaban en busca de las pinturas de un ‘artista generado’ como Kandinsky) y las conservó, hasta que en 1957, a los 80 años, las donó junto a obras suyas y de otros miembros de El Jinete Azul a la Galería Municipal de Múnich. Se ven por última vez en Estocolmo en 1916.

«Lo hice todo por ti, te di mi vida», le dijo Münter. «¿Alguna vez te lo pedí?», le responde Kandinsky

«Te amo, incluso más que a la pintura. Lo hice todo por ti, te di mi vida», le dice Gabriele a Wassily. «¿Alguna vez te lo pedí?», le responde él. La culpa a ella del fracaso de El Jinete Azul, de ser irritable y tener un carácter difícil. Reconoce, eso sí, que tiene «talento de sobra, una chispa divina». Su crueldad le llevó a fingir su desaparición durante cuatro años. «Quiero estar muerto para Alemania y para Gabriele Münter». Se sintió seducida, usada y desechada. Se volvió loca.

Aparte de la relación artística y sentimental de Münter y Kandinsky, la película aborda la fundación de El Jinete Azul, que crean tras abandonar la Nueva Asociación de Artistas de Múnich. Promulgan un nuevo arte, sin normas rígidas, alejado de las convenciones. Kandinsky abogaba por «retar el sistema académico e introducir un nivel espiritual a nuestro arte».