El 10 de agosto de 1956 se estrellaba contra un árbol en una carretera cerca de su casa de Springs (Nueva York) el Cadillac que conducía el pintor Jackson Pollock. Nacía el mito. Viajaba con Edith Metzger y con Ruth Kligman, con quien el artista mantenía una relación sentimental, tras su crisis matrimonial con Lee Krasner. Solo Kligman sobrevivió al accidente. Era una carretera recta y pronto surgieron las teorías de todo tipo: conducía borracho, quiso suicidarse… Recuerda mucho al accidente de otra estrella norteamericana, en este caso de Hollywood, el rebelde sin causa James Dean, quien un año antes murió en un accidente cuando conducía su Porsche. Dos muertes ‘modernas’.

El automóvil fue una de las banderas de la generación beat con ‘On the Road’, de Jack Kerouac. Andy Warhol nunca aprendió a conducir, pero la muerte siempre rondó por su cabeza, que adornaba con pelucas platino. Pintó accidentes de coche –’Silver Car Crash (Double Disaster’ se vendió por 105,4 millones de dólares)–, catástrofes, sillas eléctricas, calaveras, pistolas, cuchillos… Y hasta dedicó una serie a los delincuentes más buscados de América con sus fichas policiales: ‘Most Wanted Men’. En 1968 sobrevivió al ataque de Valerie Solanas, una feminista esquizofrénica que quiso acabar con su vida disparándole con un revólver (una impresionante foto de Avedon muestra su cuerpo cosido por enormes cicatrices). Murió dos décadas después, en un hospital de Nueva York, a consecuencia de las complicaciones tras una operación de vesícula.

A priori, poco o nada parecen tener en común Pollock y Warhol, salvo que eran norteamericanos, rebeldes, rompieron los límites y exploraron nuevos territorios, y son dos de las estrellas más rutilantes del siglo XX, cuyas obras, a precios desorbitados, se las rifan los coleccionistas cuando aparecen en el mercado. El récord de subasta de Pollock se estableció en 61,2 millones de dólares por ‘Number 17, 1951’ en 2021. Sin embargo, el precio más alto pagado por una obra suya es de 200 millones por ‘Number 17A’ en una venta privada en 2015. Por su parte, ‘Shot Sage Blue Marilyn’, de Warhol, se subastó en 2022 en Christie’s de Nueva York por 195 millones, récord del artista.

‘Coca-Cola [2]’, 1961, de Andy Warhol. The Andy Museum, Pittsburgh


The Andy Warhol Foundation, Vegap, Madrid, 2025

Pero hasta ahí, aparentemente, las coincidencias. Jackson Pollock (Cody, Wyoming, 1912-Springs, Nueva York, 1956) era un «cowboy primitivo», alcohólico, mujeriego. Le Corbusier lo definió como «un cazador que dispara sin apuntar». Peggy Guggenheim fue su mecenas. Andy Warhol (Pittsburgh, 1928-Nueva York, 1987) fue un niño enfermizo, retraído, acomplejado por sus defectos físicos y pegado a la falda de su madre, que coleccionaba cromos de estrellas de Hollywood. Forró de plata su ‘Factory’ y se convirtió en el rey de Manhattan. Pollock, maestro del expresionismo abstracto norteamericano. Warhol, estrella del pop art. Pollock se hizo famoso con el ‘dripping’ (lanzaba chorros de pintura al lienzo, situado en el suelo); Warhol, con sus sopas Campbell y sus Coca-Colas y con retratos de celebridades como Marilyn Monroe, Jackie Kennedy o Elizabeth Taylor. Aparte de ser iconos universales, le interesaba la idea de la muerte que sobrevoló a las tres. Retrató a Marilyn unos días después de fallecer; a Jackie, tras la muerte de John F. Kennedy, desolada en su entierro; a Liz, tras una neumonía vírica y un intento de suicidio.

Cuando murió Pollock, Warhol abandonaba Pittsburgh para instalarse en Nueva York. Pero, ¿y si estuvieran más cerca, más unidos, de lo que se cree? ¿Y si hubiera intersecciones entre ambos? Indaga en ese hilo invisible que los une Estrella de Diego, comisaria de la nueva exposición del Museo Thyssen, que lleva veinte años pensando este proyecto («es el proyecto de mi vida») y autora hace 25 años del libro ‘Tristísimo Warhol’, que ha reeditado Anagrama.


Obras de Pollock, en la exposición


EFE

Cuestiona, desafía y revisa el canon de la historia del arte moderno, plagado de tópicos y estereotipos («troceamos la historia del arte porque es más fácil»), deconstruyendo el esquema binario (figuración y abstracción no son dos conceptos opuestos) en un espacio que ni es figurativo ni es abstracto. Advierte la comisaria que Pollock no siempre fue un pintor abstracto. Y Warhol no solo fue figurativo ni se ocupó solo de la sociedad de consumo de masas. No fue tan superficial y banal como lo pintan. Y las pinturas de Pollock no son improvisadas, están muy pensadas. Los dos, dice De Diego, propusieron revisitar el concepto de espacio, trastocaron la noción del fondo y de la figura. Ambos trabajaron sobre la repetición y la serialidad. Son artistas de estrategias«.

Warhol estaba fascinado por la figura de Pollock y soñaba con tener una de sus obras en su colección. «La masculinidad de Pollock y su virilidad artística eran a la vez irresistibles y amenazadoras para Warhol. Pese a su imagen prototípica de masculinidad, Pollock se salía del guion; era inseguro, frágil, fuera de la norma, lleno de fracturas y contradicciones que no lograba o no quería esconder«, comenta De Diego.

‘Pintura de orina’, 19797-98, de Andy Warhol. Colección Thaddaeus Ropac


The Andy Warhol Foundation, Vegap, Madrid, 2025

‘Warhol, Pollock y otros espacios americanos’ reúne, hasta el 25 de enero de 2026, 120 pinturas, dibujos, serigrafías y fotografías, cedidos por una treintena de colecciones. Pollock y Warhol no están solos: los acompañan colegas contemporáneos, como Rauschenberg, Cy Twombly, Sol LeWitt, Mark Rothko… También por mujeres como Helen Frankenthaler, Marisol Escobar, Anne Ryan, Perle Fine, Audrey Flack… Patrocinada por la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid (la Fundación Pollock-Krasner ha patrocinado el catálogo) cuenta con préstamos del Andy Warhol Museum de Pittsburgh, el Metropolitan, el MoMA y el Whitney Museum de Nueva York, la Tate de Londres, la Colección Peggy Guggenheim de Venecia, el Museo Ludwig de Colonia, el Kunstmuseum de Basilea…

Los seguros están cubiertos mayoritariamente por la garantía del Estado. El valor económico total de las 88 obras cubiertas por la garantía del Estado asciende a 563.574.870,29 euros. En cuanto al presupuesto de la muestra, advierte el olvidadizo Guillermo Solana, director artístico del Thyssen (no recordaba la cifra en la rueda de prensa), que «ha habido que hacer un ajuste al alza, aunque al final no ha sido tan costosa como nos temimos». Horas después, fuentes del museo nos informan de que el presupuesto (incluye transporte, seguros y montaje) asciende a 1,7 millones de euros.

‘Sombras’, de Warhol, al final de la exposición


Efe

Arranca la exposición con el Pollock más figurativo (‘Composición de figuras’, h. 1938-41) y una ‘Coca-Cola [2]’, de Warhol, de 1961, en la que hay trazos abstractos. También parece seguir el estilo de Pollock, y rendirle homenaje, en ‘Pinturas de hilo’. Aunque será en las últimas salas cuando veamos la cara más abstracta de Warhol: sus pinturas de orina –un guiño a las pinturas chorreadas de Pollock–, sus oxidaciones y la serie ‘Sombras’, que se miden con un Rotkko del Thyssen. Una sala en penumbra, emulando la ‘Capilla Rothko’ de la Menil Collection de Houston.

Guillermo Solana destaca la complejidad de poner en marcha este proyecto, debido a la fragilidad y monumentalidad de las obras, muchas de las cuales han viajado de Estados Unidos. «Ha habido demasiados rechazos, pero los desafíos han merecido la pena«. La muestra, advierte Solana, es noticia por tres razones. Es la primera muestra en España de Pollock, un artista que solo está representado en un museo español, el Thyssen. Cuelgan en la exposición doce de sus codiciadas obras. De Warhol sí ha habido exposiciones en España. Pero (y aquí va la segunda razón), «ha sido víctima de la imagen de rubia tonta que tanto cultivó como una máscara y de la fama con la que tanto coqueteó. Ha habido una banalización de Warhol en sus exposiciones. Y es un artista más complejo, inteligente, profundo e intelectual de lo que se cree. Tiene una mirada irónica, perversa. Aquí vemos a otro Warhol al que acostumbramos a ver. Sigue siendo figurativo, pero también sigue patronos abstractos. Figuración y abstracción se enmascaran, se entreveran. Lo que vemos en esta muestra es a Warhol mirando a Pollock«. La tercera razón es que están acompañados por otros artistas contemporáneos, que completan el argumento.

Se cierra la muestra con una sala donde se proyectan películas de 16 mm. digitalizadas, sin sonido, de Warhol, dedicadas a Dalí, Duchamp, Bob Dylan, Paul Morrisey, Lou Reed, Susan Sontag…

A Warhol le obsesionaba Pollock y a Pollock le obsesionaba Picasso. Quería medirse con él y vencerle, pero no sabía cómo hacerlo. Lee Krasner, esposa de Pollock, contó en cierta ocasión que un día oyó un ruido en el estudio de su marido y, al entrar, vio tirado en el suelo un libro de Picasso. «¡Maldita sea, a este cabrón no se le escapó nada!» , se lamentaba impotente el artista norteamericano.

Solana: «No es necesario reforzar la seguridad en el Thyssen»

Preguntamos a Guillermo Solana si el ataque de unos activistas hace unos días a un cuadro en el Museo Naval de Madrid y el robo este domingo de joyas de la Corona francesa en el Museo del Louvre hacen que haya que plantearse reforzar las medidas de seguridad en el Museo Thyssen y si, en el futuro, afectará al préstamo de obras. «Tenemos todas las medidas de seguridad necesarias. Se reforzaron tras la ola de ataques de activistas a cuadros en museos de todo el mundo. Se ha mantenido así. No es necesario reforzar aún más esas medidas: hay arcos de seguridad en la entrada, vigilancia presencial en las salas, sensores, cámaras…». Recuerda el director artístico del museo que en el acuerdo entre la familia Thyssen y el Gobierno español para la creación del museo se especificaba que todas las salas contaran con un vigilante. «Se invierte mucho en ello».