Antes de que los exploradores marinos hubieran abandonado la concepción de una tierra plana; antes de que los navíos pudieran caer por las eternas cataratas del mar hacia los abismos cósmicos, había una remota y extensísima zona más allá de lo conocido. Era un enigma. ‘Terra incognita’ aparecía escrita en las antiguas cartografías marinas para dar nombre a aquellas lejanas latitudes ajenas a la valentía y a la razón. Y esa zona oscura, ignota y peligrosa se vio reflejada en los mapas repleta de extraños engendros de características esperpénticas. Señaladas también con la inscripción «Hic sunt dracones» («Aquí hay dragones») para advertir de los peligros que acechaban a quienes se aventuraran a surcar tan lejos.

Una pareja de valientes, temerarios y aventureros insensatos como Mario Tascón, al timón, y Raúl Arias, con el catalejo, han puesto cara, nombre y apellidos a parte de esa fauna monstruosa que nunca existió… hasta hoy.

La factoría de ideas hechas realidad que es ‘Prodigioso Volcán’ pone a disposición de los intrépidos navegantes contemporáneos 18 de esos leviatanes que con las bocas abiertas de gritos y advertencias nos previenen de lo que puede estar por llegar.

Esta serie de 18 apocalípticos monstruos, repletos de terror, de mensajes y de memoria, son saetas provenientes del futuro. Violentas ráfagas de un oráculo que ha presenciado lo que a la humanidad le queda por deshacer, por destruir, por profanar, siempre en una constante catarsis para abandonar sus principios, su propia humanidad.

‘Fabulosos y Terribles Monstruos Reales’ es el nombre del trabajo que recupera el cuaderno de campo de una intensa y mágica travesía imaginaria de dos eternautas y amigos. Es el resultado de una singladura en la que el visionario y añorado Mario Tascón (Ponferrada, 1962-Buenos Aires, 2023) y el malabarista del color, las formas y el dibujo, Raúl Arias, urdieron allá por el atolondrado y criminal año 2020. Un relato inicial de Tascón genera la réplica gráfica de Arias en una serie de ilustraciones realizadas en acuarela, acrílico y tinta sobre papel satinado.

Cada uno de esos malignos seres imaginarios representa la merma de derechos y libertades de la sociedad contemporánea. Con nombres como ‘Tenia del decrecimiento’ (para reclamar el Derecho al acceso a la energía), ‘Perro Bárbaro e Inculto’ (Derecho a la educación), ‘Hambre Negra’ (Derecho a unas condiciones de vida dignas, a la alimentación y al desarrollo) o ‘Basilisco Retrógrado’ (Derecho al acceso a infraestructuras y tecnología), estos 18 nuevos jinetes del apocalipsis de esta ‘terra incógnita’ nos muestran y nos cuentan el estado de las injusticias sociales. Son los modernos, y a la vez antiguos; los veraces, y a la vez imaginarios, pájaros pinzones de este reinventado viaje del HMS Beagle de Charles Darwin.

Mario describe así, por ejemplo, los mensajes tras la bestia llamada ‘Eris Espirula’, ‘Discordia Retorcida’, que reclama el derecho a un orden social e internacional en el que hacer valer los derechos: «Cuando parece reinar el entendimiento entre las naciones, las religiones, las familias o las personas, ‘Eris espirula’ arroja una manzana al medio de esa alianza, encima de la mesa de paz. Puede ser una manzana sabrosa o una manzana dorada. Es importante que cada vez solo sea una, sabiendo de los deseos más ocultos de quienes las reciben porque es capaz de leer sus rostros. Las frutas apetitosas les corresponden a aquellos a quienes les guía la gula, la lujuria y el deseo; las doradas, para quienes se mueven por la envidia, la soberbia y la avaricia. Solo ha de lanzar una porque a partir de ese momento el deseo de propiedad convierte a amigos en contendientes. Es difícil compartir y llegar a acuerdos, palabra que viene del latín ad ‘cordis’: unir corazones».

Raúl Arias, por su parte, cree haber dado vida a esos monstruos (en la web que ‘Prodigioso Volcán’ ha publicado ‘ad hoc’ para este proyecto, podemos hasta verlos en movimiento). Y digo cree, pues este ilustrador (probablemente el artista gráfico más completo y complejo del panorama planetario) tiene la naturaleza de mutar con los temas, hasta el punto de que él no sujeta, empapa y desliza el pincel sobre el papel. Es el pincel quien mueve el brazo, la muñeca y los dedos de Raúl, como mera marioneta útil para un fin que se le escapa al ‘autor’. La ‘terra incógnita’ va más allá de los mapas vetustos. Está en nuestro interior.

Las ilustraciones de Raúl Arias no son de este mundo. Y no es porque el autor sea extraterrestre, que podría ser, sino porque han surgido de otra espiritualidad. Quizás de otra realidad. De otra dimensión. Sí, en definitiva, de otro mundo.

Esto es lo que lleva soñar con la razón: producir monstruos.