Virginia Llera (Madrid, 1980) es licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense, estudió montaje en la ECAM y el Máster de Gestión de la Industria Cinematográfica en la Universidad Carlos III de Madrid. Lleva más de dos décadas trabajando en el universo audiovisual en … series y películas, en distintos cometidos como ‘script’, directora, montadora, guionista y productora ejecutiva. Tras una exitosa carrera en este medio, sin abandonarlo, amplía horizontes y debuta en la novela con ‘Aviadora’ (Suma). Una conseguida historia, ambientada en los años sesenta del pasado siglo, con logrados personajes y su puntito de humor, sobre un ama de casa que da el campanazo al luchar por convertir en realidad un sueño inusual. Una fresca metáfora sobre la ambición femenina de no conformarse con caminos trillados e impuestos.
—¿Qué le ha motivado a publicar una novela?
—‘Aviadora’ nació como serie, porque es el mundo en el que yo me muevo profesionalmente. Después de vender el proyecto a una productora de renombre, empezó a moverse por plataformas, pero detecté que la ejecución de la serie no sería algo que iba a suceder rápido, así que decidí escribir la novela para tener clara toda la historia y los personajes. Además, si la serie no salía, al menos habría podido contar mi historia, y, como novela, lo he conseguido.
—¿Cómo se fue gestando ‘Aviadora’?
—‘Aviadora’ nace con la idea loca de una mujer en los años 60 que decide romper con todo tras ganar el concurso de amas de casa más famoso de la tele. Pero también es el proceso de documentación de unos cuatro años desde que tuve la idea inicial, tanto personajes como tramas se fueron creando y desarrollando a medida que yo me iba documentando sobre la historia de nuestro país, desde la II República, la Guerra Civil y sobre todo la década de los sesenta. A raíz de la documentación pude entender y perfilar mejor los personajes, se me ocurrieron tramas y fui decidiendo los personajes reales que quería que aparecieran en la novela. Siempre supe que sería una ficción histórica en la que mezclaría personajes reales con ficción y en los que aprovecharía hechos históricos reales para ambientar la novela en los que participarían mis protagonistas.

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Autora
Virginia Lera -
Editorial
Suma -
Año
2024 -
Páginas
496 -
Precio
22,90 euros
—¿Qué principales dificultades se ha encontrado a la hora de escribir su primera novela?
—Tenía mucho trabajo adelantado porque ya había estructurado las tramas y los arcos de los personajes, estaban muy armados y claros, en este sentido eso ayuda mucho, saber de dónde parten y dónde va a acabar cada uno de ellos. Lo más difícil ha sido configurar una historia tan coral y no perder la trama principal, porque algunas secundarias me entusiasman (sobre todo la trama de las abuelas). La idea era hacer un efecto dominó en todos ellos, cuando Amelia Torres toma la decisión de aprender a volar, toda la gente de su entorno experimenta un cambio, cómo contar eso en cada uno de ellos era el reto más difícil. Y estructurar bien los episodios para contar también el avance del año en el que sucede la historia para que el lector no se pierda y, sobre todo, ser fiel a la época. Eso me preocupaba mucho, al no haberla vivido, quería que los lectores se sintieran absolutamente dentro de los años 60 y por lo que me comentan, la documentación y la ambientación es uno de los grandes logros de ‘Aviadora’.
—El lenguaje audiovisual y el novelístico tienen similitudes, pero también diferencias. ¿Cuáles serían desde su experiencia las básicas?
—Tengo claro que ‘Aviadora’ tiene un estilo más audiovisual que literario, porque en definitiva yo pienso más en imágenes que en literatura, aunque tiene muchos momentos literarios, por supuesto. Nace de mi imaginación audiovisual, donde todos los elementos, aparte de las palabras, están presentes, como la ambientación, el decorado, los sonidos, la música y también el ritmo, creo que mi forma de narrar se ha nutrido muchísimo de todos esos elementos. Muchos lectores me han confesado que han ‘visto’ la serie perfectamente. Sin embargo, he disfrutado desligándome de lo audiovisual y dejándome llevar por momentos más literarios, evocadores, más que de acción pura y dura o de diálogo. He disfrutado muchísimo de la libertad de poder contar todo lo que quería, cuando escribes ficción audiovisual no puedes evitar pensar que eso va a costar un dinero en producción, pero la literatura me ha dado una libertad absoluta.
—Precisamente, muchas canciones de la época aparecen en su novela, ¿cómo las ha elegido? ¿las más significativas? ¿sus favoritas?
—Soy una auténtica fanática de la música de los años 50-60 y aparecen muchas menos canciones que son las que llevo escuchando toda la vida. Ahora es más fácil bucear en música de esa época gracias a plataformas como Spotify y gracias a ella he descubierto mucha música y grupos que desconocía. La idea, —es verdad que esto es muy audiovisual—, es que la canción aporte significado a la escena, y eso es lo que he tratado de hacer con las canciones seleccionadas. Que si pones la canción mientras lees el libro se pueda dar un nuevo significado a ese momento, lo complete. La canción de ‘Al Vent’, de Raimon, no la conocía y en mi búsqueda cuadró perfectamente su letra, su peso dramático; es una canción que me conmueve enormemente. Otras canciones han surgido por los programas televisivos de la época y que se adecuaban al momento emocional y a veces por pura casualidad, buscando retratar los años de la novela lo más fielmente posible.
«¿Quién no tiene un conflicto de conciliación cuando se tienen hijos y un empleo demandante?»
—¿Cómo caracterizaría a su protagonista, Amelia Torres?
—Amelia Torres parece una mujer más del montón, pero un día descubre que la dictadura ha cercenado sus sueños sin haber sido consciente. Ha cumplido alegremente y feliz el papel que de ella se esperaba como esposa y madre, se ha sometido a un marido (muy feminista para la época, dicho sea de paso) y se dedica a sus hijos y a sus labores (como se decía antiguamente). Pero en el momento en que se ve con dinero —o la posibilidad de tenerlo— su hermana le recuerda que ella podría decidir qué hacer con él (recordemos que el poder económico lo manejaban principalmente los maridos). En ese momento se da cuenta de que podría cumplir su sueño de ser piloto, una afición de infancia, y que ahora que sus hijos son algo mayores, puede hacerlo realidad. De pronto, al salir en televisión y prensa, se convierte en un referente para muchas mujeres. Inicialmente, ella huye de ese rol protagonista, desearía seguir en el anonimato, pero indudablemente piensa en todas las mujeres que han pasado por lo mismo que ella, o en las jóvenes que vendrán y se convence del poder que puede ejercer en ellas y en la sociedad si no renuncia a su sueño hasta sus últimas consecuencias.
—¿Tiene algo de usted?
—Sin duda. Hay mucho de Amelia en mí, sobre todo en su papel de madre y la parte de conciliación y de pareja. ¿Quién no tiene un conflicto a día de hoy cuando se tienen hijos y un empleo demandante? Y también porque yo empecé a escribir una novela sin saber que me publicaría una editorial de renombre y que estaría presente en un montón de escaparates. Solo quería contar mi historia y lo sorprendente es que me he convertido en ejemplo para otra gente que ve que es posible que alguien, fuera del mundo literario, completamente anónima, haya conseguido publicar su novela con una gran editorial. Muchas personas creen que también podrían conseguirlo, igual que Amelia se vuelve un modelo para cientos de jovencitas de la época que ven que pueden romper el destino al que se les ha empujado como amas de casa y pelear por sus sueños.
—¿Le interesa especialmente el mundo de la aviación femenina española, muy desconocido?
—Cuando la idea me vino a la cabeza no tenía ni idea de aviación femenina. Solo tenía una amiga piloto y empecé a investigar. Como todo el mundo, apenas conocía el nombre de Amelia Earhart, pero después de repasar la historia de la aviación femenina tanto española como mundial, es sorprendente lo poco que sabemos de estas heroínas anónimas, mujeres intrépidas que desafiaron su tiempo, su destino e incluso las barreras de la aviación en todos los sentidos, social y aeronáuticamente hablando. Merece la pena conocer la historia de nuestras primeras aviadoras: María Bernaldo de Quirós, la primera en lograr su licencia, (que sale en ‘Aviadora’. De origen aristocrático, fue, además, la segunda mujer en divorciarse durante la II República), Mari Pepa Colomer, Dolors Vives, Margot Soriano, África Llamas…
Todas ellas lograron su licencia antes de la Guerra Civil y algunas participaron en la contienda o fueron instructoras. Ninguna volvió a pilotar tras la guerra, tristemente. Muchas se convirtieron en esposas y madres, justo lo contrario que mi protagonista. Y para no faltar a la verdad histórica (no olvidemos que Amelia Torres es un personaje de ficción) también sale en la novela mi querida Bettina Kadner, la primera aviadora comercial de nuestro país, con la que he desarrollado una bonita amistad, porque además ¡somos vecinas!
—¿Se documentó, pues, sobre las primeras aviadoras españolas?
—Sí, es una investigación apasionante, como cualquier mujer que rompió moldes históricamente en el deporte, o en profesiones masculinas, las primeras aviadoras españolas no escapan de esa trayectoria e hitos tan poco conocidos por el público en general. Ojalá despertase un mayor interés sus figuras, pero esto es algo habitual, el desconocimiento de las vidas de tantas mujeres que han sido referentes en campos artísticos, la Historia o la Ciencia. Hay varios libros al respecto que son muy interesantes de leer: ‘Damas del aire’, de Jorge García y ‘Aviadoras’, de Darío Pozo Hernández (que también recoge biografías de aviadoras internacionales).
«He disfrutado muchísimo de la libertad de poder contar todo lo que quería»
—¿Y sobre los concursos de ese momento?
—Fue mi madre quien me contó que existieron estos concursos y cuando me asaltó la idea encontré varias referencias en las piezas de NO-DO y también hay un capítulo de ‘Cuéntame’ en el que Merche participa en uno de ellos. De hecho, estos concursos se extendían a Europa y en 1967, la española María Luisa Halcón fue la mujer ideal de Europa. Hay referencias audiovisuales y recortes de revistas de la época que relatan aquel ‘hito’ español. Eran un auténtico fenómeno y mucha gente se sorprende hoy de que existieran.
—¿El que Amelia quiera ser aviadora, es una suerte de metáfora del deseo de volar de la mujer, de superar los límites que muchas veces se le imponen?
—No era consciente de esta metáfora hasta que me lo hicieron ver. Supongo que busqué inconscientemente algo totalmente disparatado y el hecho de volar supone esa libertad que las mujeres no tenían en la dictadura. Es todo un alegato en contra de la constricción que vivieron todas ellas, independientemente del bando, tras la guerra, la obligación era convertirse en esposas y madres. Pocas pudieron cumplir sus sueños, a veces ni siquiera sabían que los pudieran tener porque les obligaron a cumplir ese cometido que, por supuesto, muchas mujeres disfrutaron.
Antes de la guerra se logró la igualdad de derechos en muchísimos aspectos para las mujeres, pero todo esto se tumba con la dictadura, y a través de la Sección Femenina y desde el gobierno, colegios, prensa e Iglesia se manda un mensaje muy claro para todas las mujeres, las que pudieran o quisieran salir de ese papel lo tenían muy difícil.
Ya no solo desde las autoridades, sino desde el propio señalamiento social que se extendió naturalmente. La metáfora de volar es válida para todo ser humano que quiere romper con lo impuesto o autoimpuesto. Lo que la protagonista no sabe es que en ese viaje individual está rompiendo mucho más de lo que cree, que es la desigualdad tremenda entre hombres y mujeres en la época y que sigue vigente en muchos aspectos de nuestra sociedad y en muchos otros países con aún más calado.
—Desde el tiempo en el que se desarrolla su novela hasta hoy, la situación de la mujer ha cambiado a mejor. Pero, en efecto, todavía queda trecho por recorrer. ¿Cuáles serían los principales retos a los que se enfrenta la mujer de hoy?
—Seguimos teniendo un problema grave de conciliación, incluso en familias donde ambos progenitores trabajan y pueden obtener sueldos similares. El reto de las mujeres es menor que el que tienen los hombres, en cuanto a aceptar la corresponsabilidad en el hogar y conocer (y reconocer) el pasado histórico de nuestro país, donde la hegemonía del varón era absoluta: la patria potestad de los hijos, el dinero, los bienes, todo pertenecía al marido, que debía autorizar a su esposa para todo (estudiar, tener una cuenta, trabajar, etc.) El permiso marital es algo que muchos conocemos que existió pero que creo que muchos jóvenes actuales desconocen (tanto chicos como chicas) y por eso se abrazan planteamientos retrógrados que me sorprenden.
Este país ha avanzado muchísimo en derechos, pero no en conocimiento histórico. Los hombres podían denunciar a su mujer por adulterio sin pruebas e incluso podían matarla sin ser apenas sancionados. Estaba contemplado por ley hasta 1963 cuando se derogó (se llamaba «privilegio de la venganza de sangre» y que reintrodujo Franco tras su victoria). A lo mejor por eso podríamos explicar por qué los crímenes machistas siguen siendo una lacra tremenda en nuestro país. Hay un buen historial permisivo detrás.
—La abuela de la familia, un personaje muy atractivo, se llama Victorina como una de sus abuelas, ¿homenaje a ella y a esa generación de mujeres?
—Absolutamente. Les debemos muchísimo a esa generación de abuelas que pasaron tanto y contaron tan poco. Eran auténticas supervivientes y creo que nunca jamás pusieron (en los tiempos más duros de la posguerra) sus intereses por encima de la necesidad general de la familia que era comer y sobrevivir. Pero a medida que España va creciendo económicamente, ese papel de mujer abnegada en su hogar se va quedando obsoleto, llega el turismo, las minifaldas, lo ‘extranjero’, y la necesidad de mano de obra y, por tanto, la incorporación progresiva de la mujer al mercado laboral. Entonces esas mujeres se quedan descolocadas, que es lo que le pasa a Victorina, no entiende a su hija pequeña, que no quiere casarse —para no perder la libertad— y ahora no comprende que su hija mayor quiera convertirse en piloto.
Busca en su consuegra Emilia, maestra depurada republicana, una explicación a tiempos más modernos para darse cuenta de que ella también ha sido víctima de las obligaciones impuestas y que ahora puede hacer cosas que nunca imaginó, como aprender a conducir o reconducir su vida sexual y sentimental con su marido. Para mí las dos abuelas son mi agradecimiento a todas las mujeres que nos han permitido llegar hasta aquí sacrificándolo casi todo, deseos, tiempo, sus cuerpos, sus ilusiones, sueños. Como decía anteriormente, pertenecían a ambos bandos y la amistad entre las abuelas también me ayuda a creer que podemos construir un país menos polarizado, que el entendimiento es posible porque tenemos mucho en común.
—¿Estás satisfecha de su experiencia como novelista?
—Totalmente, porque fui escribiendo sin ninguna presión, cuando podía, disfrutándolo y la publicación ha sido toda una suerte inmensa y una sorpresa increíble. Además, todos los comentarios y análisis que hizo la editorial fueron muy acertados, lo que hicieron que la novela y mi escritura fuera aún mejor. Gracias a Penguin la novela ha llegado a un público mayoritario, que me escribe, que me lee y sé que mi escritura gusta, los personajes funcionan, la historia tiene ritmo y engancha y que a partir de ahora podré contar las historias que quiera en formato novela y no centrarme exclusivamente en proyectos audiovisuales, como lo hacía normalmente.
—¿Repetirá? ¿Tiene algún proyecto novelístico en cartera?
—¡La segunda parte de la novela! No puedo dejar a los personajes en la situación tremenda en la que terminan. Ahora, cada idea que me viene, la empiezo a pensar ya en formato narrativo, y si luego se convierte en peli o serie pues ya se verá.
—Desde tu trabajo en series, ¿a qué cree que se debe en esencia su gran éxito entre los televidentes?
—Las series permiten una mayor profundización en los personajes y en las tramas, pueden ser infinitas, y sobre todo dan más espacio a desarrollar personajes secundarios que en una película a lo mejor no te da tiempo. El éxito de las series yo creo que no es nada nuevo, siempre han triunfado incluso cuando teníamos menos canales y plataformas, e históricamente los folletines, por entregas. Yo creo que la gente principalmente se engancha a los personajes, siempre hay algo más que podemos conocer de ellos, siempre se pueden enfrentar a nuevos desafíos. Son lo más importante de las historias, si están bien construidos, la diversión está asegurada para rato.