Día de llegadas y regresos al Prado. Tras su paso por la Galería de las Colecciones Reales, Leticia Ruiz, jefa de Pintura Española del Renacimiento del museo, vuelve a casa. Y lo hace con su pintor de cabecera, El Greco, que tan bien conoce. Día de estreno para Alfonso Palacio como director adjunto de Conservación e Investigación de la pinacoteca. A ello se suma un regreso histórico a España: el de ‘La Asunción’, del Greco, un monumental óleo sobre lienzo de más de dos metros de altura y dos de ancho (403,2 por 211,8 centímetros), que en 1902 colgaba en las paredes del Prado.

Único trabajo firmado y fechado del Greco, y posiblemente el primero realizado en España, es la obra central del retablo mayor de la iglesia del monasterio de Santo Domingo el Antiguo de Toledo. En 1577, tras diez años absorbiendo arte en Italia, especialmente en Venecia, llega a España y recibe dos encargos muy importantes por parte de Diego de Castilla, deán de la catedral de Toledo. Se lo había recomendado su hijo Luis, que lo conoció en Roma. Por un lado, ‘El Expolio’, para la catedral toledana; por otra, tres retablos (uno central y dos laterales) para Santo Domingo el Antiguo.

En total, nueve pinturas, que realiza entre 1577 y 1579. Salvo tres de ellas, que han permanecido en su lugar de origen (‘San Juan Bautista’, ‘San Juan Evangelista’ y ‘La Resurrección’), las otras seis se dispersaron a partir de 1830. En 1814 acabó la Guerra de la Independencia, en 1819 se inauguró el Prado, hay un interés internacional creciente por el arte español, comienzan las desamortizaciones eclesiásticas… «El resultado no pudo ser más deslumbrante. Es un disfrute visual», dice Leticia Ruiz, que destaca la ambición y autoestima del pintor, que incluso modificó la estructura tradicional del retablo por otra ‘a la veneciana’.


Los tres retablos de la iglesia del monasterio de Santo Domingo el Antiguo en Toledo


ABC

En la salida de cuatro de ellas participó muy activamente como intermediario el escultor Valeriano Salvatierra. Nacido en Toledo en 1789, era hijo del escultor de la catedral primada de Toledo. En 1830 adquiere ‘La Asunción’ el Infante Sebastián Gabriel de Borbón, bisnieto de Carlos III, muy aficionado a la pintura y ávido coleccionista. Paga por él 14.000 reales de vellón. Salvatierra recomendaba prudencia: «Se necesita mucho sigilo en el trato que se ha de tener con los interesados. Cuanto más notorio sea este asunto, menos facilidad para conseguirlo». Para sustituir el original, se encarga una copia (de excelente calidad, dice Leticia Ruiz) a Luis Ferrant y Carlos Luis Ribera, que cobraron 8.000 reales.

‘La Asunción’ sufrió no pocos vaivenes: el gobierno isabelino lo confisca en 1836, se lo devuelve al Infante en 1859, éste se lo lleva a Pau (Francia) en 1868… Tras exponerlo en el Prado en 1902, dos años después fue vendido por sus herederos en la galería parisina de Paul Durand-Ruel, el célebre marchante de los impresionistas. Cuentan que pagaron por él 100.000 francos. Su nueva propietaria, Nancy Atwood Sprague, donó el cuadro en 1906 al Art Institute de Chicago en memoria de su marido, Albert. Desde entonces es una de las obras maestras de su colección. No suele prestarse. Se cedió al Grand Palais de París para una exposición organizada junto con el museo de Chicago en 2019-2020. El Prado cedió entonces al museo norteamericano tres obras del Greco. Como contrapartida, ahora viaja a España ‘La Asunción’.


De izquierda a derecha, ‘San Bernardo’ (reproducción), ‘La Santa Faz’ y ‘San Benito’, en la Galería Central del Prado


Museo del Prado

Tras más de 120 años fuera de nuestro país, regresa, aunque de forma temporal, hasta el 15 de junio. Viajó desde Chicago hasta París en un avión especial para grandes cargas y acompañado por dos correos: un especialista en marcos (el marco vino desmontado) y otro en pintura. Desde París puso rumbo a Madrid en un camión con todas las garantías de climatización y seguridad. Llegó el pasado sábado día 8 al Prado.

La alargada mano de Salvatierra también intervino en la compra de ‘La Trinidad’, que él mismo vendió a Fernando VII por 15.000 reales. Hoy se halla en la colección del Prado. E hizo de intermediario para que el Infante adquiriera otros dos Grecos del monasterio toledano, confiscados igualmente por el gobierno isabelino: ‘San Benito’ –nunca se lo devolvieron e ingresó en el Prado en 1872– y ‘San Bernardo’. Éste fue vendido por el hijo del Infante, tras su muerte. Pasó por varios propietarios hasta que en 1943 fue depositado en la Galería Nacional de Berlín. Al final de la II Guerra Mundial fue confiscado como botín de guerra por la URSS. Hoy pertenece a la colección del Museo Hermitage de San Petersburgo. No ha viajado a Madrid. Explica la comisaria que la obra no viaja nunca. Y no por un veto a Rusia debido a la guerra en Ucrania, sino porque temen posibles reclamaciones internacionales. Cuelga en la muestra una reproducción.

‘La adoración de los pastores’, del Greco. Colección Fundación Botín


Museo del Prado

Dos obras de Santo Domingo el Antiguo acabaron en colecciones privadas: ‘La adoración de los pastores’ fue adquirida en 1956 por Emilio Botín-Sanz de Sautuola y López, padre de Emilio Botín, quien fuera presidente del Banco Santander. Hoy, este Greco se halla en la Colección Fundación Botín. Por su parte, ‘La Santa Faz’, pintada por el cretense en 1584-90, se desmontó en 1961 y tres años más tarde fue vendida a una colección particular española.

Las ocho obras maestras del joven y ya deslumbrante Greco lucen en la Galería Central del Prado, en un montaje muy especial: una especie de «deconstrucción de la idea de retablo». Ha habido que desmontar la mitad de ella (salas 25 y 26) y redistribuir las obras que cuelgan en ella habitualmente. Algunas han ido directamente a los almacenes y otras, como las de Veronés, pasan por el taller de restauración para su puesta a punto antes de la gran monográfica del maestro veneciano que prepara el Prado a partir del 27 de mayo. Explica la comisaria que el estado de conservación de los Grecos es buenísimo («parecen recién pintados»). Tan solo se les ha retirado el polvo y se han barnizado mínimamente. Las tres obras procedentes del monasterio se exhiben sin marco, con las ‘orejillas’ que las anclan al retablo, casi como salieron de las manos del Greco. Costó, eso sí, convencer a las monjas («dudaron mucho», dice la comisaria) para el préstamo. Como contrapartida, el Prado restaura ‘La Anunciación’, de Eugenio Cajés, y los cuadros han sido estudiados técnicamente.


Un cámara fotografía ‘San Juan Bautista’, del Greco. Monasterio de Santo Domingo el Antiguo en Toledo


Ep

A modo de epílogo de la exposición, que cuenta con el patrocinio de la Fundación Amigos del Prado, cuelga al final de la muestra una segunda ‘Adoración de los pastores’ (h. 1612-14), última gran obra maestra del Greco, adquirida por el Prado en 1954. En ella, el artista se autorretrata arrodillado a la izquierda de la composición y retrata a su hijo Jorge Manuel en la parte derecha con una camisola amarilla. El Greco quiso ser enterrado en Santo Domingo el Antiguo. Y así se hizo cuando falleció el 7 de abril de 1614. Pero cuatro años después sus restos mortales fueron exhumados y llevados a la iglesia de San Torcuato, demolida en el siglo XIX. Si se les pregunta a las monjas cistercienses que habitan Santo Domingo el Antiguo, dicen que El Greco sigue enterrado allí.

Es posible comparar hoy en el Prado las dos únicas ‘Resurrecciones’ que pintó El Greco, así como su primera y su última ‘Adoración de los pastores’, a pocos metros unas de otras. En las salas anexas a la Galería Central, cuelga otro conjunto excepcional del Greco: el retablo mayor del Colegio de Doña María de Aragón. Es ya otro Greco más maduro, denostado y redescubierto por la pintura moderna, que queda fascinada por él. Este último Greco concibe espacios claustrofóbicos, potenciando la verticalidad de los formatos, con una gran expresividad y un color intenso, aplicado con una extraordinaria soltura.

Es una pena que las obras no hayan ido, antes o después del Prado, a su lugar de origen, a casa: en los retablos de Santo Domingo el Antiguo hoy solo cuelgan, por desgracia, reproducciones.

Baile de obras en la Galería Central

Los Grecos de Santo Domingo el Antiguo cuelgan en la Galería Central del Prado. Ha habido que desalojar obras y redistribuirlas en otras salas y en los almacenes.

‘Adán y Eva’, de Tiziano. Sala 25. Se reubica en sala 26 (zona Veronés)

‘Adán y Eva’, de Rubens. Sala 25. Se reubica en sala 26 (zona Veronés)

‘El rapto de Helena’, de Tintoretto. Sala 25. Se traslada a los almacenes

‘El Lavatorio’, de Tintoretto. Sala 25. Se traslada a la sala 26 (zona Veronés)

‘Judith y Holofernes’, de taller de Tintoretto. Sala 25. Se traslada a los almacenes

Entierro de Cristo’, de Tiziano. Sala 25. Se traslada a los almacenes

‘Santa Margarita’, de Tiziano. Sala 25. Se traslada a los almacenes

‘Jesús y el centurión’, de Veronés. Sala 26. Se traslada a los almacenes

‘Martirio de San Mena’, de Veronés. Sala 26. Se traslada a los almacenes

‘La disputa con los doctores en el Templo’, de Veronés. Sala 26. Se traslada a los almacenes

‘Venus y Adonis’, de Veronés. Sala 26. Se reubica en sala 44 y sustituye a ‘Alegoría del nacimiento del infante don Fernando’, de Parrasio, que se traslada a los almacenes

‘Sacrificio a Baco’, de Stanzione. Sala 26. Se traslada a los almacenes

‘Moisés salvado de las aguas’, de Gentileschi. Sala 26. Se reubica en la misma sala

‘Sagrada Familia con Santa Catalina’, de Cavarozzi. Sala 26. Se reubica en la misma sala

‘Venus, Adonis y Cupido’, de Carracci. Sala 26. Se reubica en la misma sala