Gala quería pasar a la historia como una leyenda y como tal se presenta ahora en el que fuera su refugio ampurdanés, ese Castillo de Púbol al que Dalí sólo podía acceder previa invitación por escrito. «Era consciente de que algún día sería un mito e iba construyendo una leyenda, pero de un modo más invisible que Dalí», explica Montse Aguer, directora de los Museos Dalí y responsable artística de una exposición que explora la personalidad «enigmática y camaleónica» de Elena Ivánovna Diákonova y su condición de musa, pareja y colaboradora del genio surrealista a través de su colección de moda.

«Gala tenía muy en cuenta cómo vestía, porque sabía que era la imagen que proyectaba. Era una mujer, como Dalí, avanzada a su tiempo, clásica, pero rompedora a la vez, y le daba gran importancia a la moda como un modo de representar y reflejar», subraya Aguer. Y ahí están, a modo de entrante, los ocho vestidos de esta ‘Colección Primavera-Verano’ que podrá verse en Púbol hasta el próximo mes de junio, cuando el viaje se complete con ‘Alta costura’ primero y ‘Colección Otoño-Invierno’ a través de octubre.

Tres movimientos y un barrido a los armarios y arcones de Gala que quiere ser el reflejo de una personalidad en constante proceso de cambio y renovación. «Era una mujer frágil pero fuerte al mismo tiempo, contradictoria y muy creativa, que encontró en Púbol esa soledad tan deseada», ilustra la directora de los Museos Dalí. La exposición, organizada en colaboración con La Roca Village, incluye también fotografías e ilustraciones que dialogan con diferentes espacios del castillo, pero son los trajes y vestidos, los diseños de Cardin, Givenchy y Dior, los que acaparan todas las miradas.


Un visitante observa uno de los trajes de Gala


EFE

Destaca, por ejemplo, el conjunto de blusa estampada de Oleg Cassini y pantalones de White Stag que lucía en una de las fotografías que Robert Descharnes tomó de la pareja y que, según la comisaria de la exposición, Noelia Collado, define la nueva feminidad del siglo XX. «Al principio Gala jugaba con la androginia; era una Gala más sofisticada y joven que, con los años, volverá a la silueta clásica», añade. Otra de las joyas de la exposición es un vestido bordado de Dior de los años setenta; una pieza que Gala lucía en ocasiones especiales y que Dalí creía tan difícil de pintar que haber retratado a Gala luciéndolo, el resultado hubiese sido «el cuadro más caro del mundo».

A través de la moda, subrayan los responsables de la exposición, Gala manipuló su identidad, escogiendo la imagen que quería transmitir, y se convirtió en «escaparate de las ideas de la obra daliniana». Esto último es precisamente lo que muestra un deslumbrante traje de chaqueta con un estampado de ladrillosdiseñado por Dalí en 1948 y que es a su vez un guiño al traje de lágrimas que el ampurdanés diseñó con Elsa Schiaparelli.

En total, y una vez completados los tres ciclos, la muestra ‘El despertar del mito: Gala Dalí’ habrá reunido hasta 24 trajes y conjuntos, todos ellos restaurados por las especialistas Carme Masdeu y Mari Luz Morata bajo la coordinación de la conservadora-restauradora de la Fundación Dalí Elisenda Aragonès, y seleccionados en función de esa personalidad inquieta y cambiante. «Hay vestidos más rompedores y otros más clásicos, porque ella era diferentes mujeres al mismo tiempo», zanja Aguer.